¡Bienvenid@s amig@s!

Estimado lector, bienvenido al blog de Martín Medina Sonda. Espero que la lectura sea de tu agrado e interés.

viernes, 25 de febrero de 2011

“Una mentira repetida cien veces”…, sigue siendo una mentira

Buscar soluciones en tiempos de emergencia es una buena prueba del carácter humano. Y nuestro carácter, como decía Aristoteles, es el resultado de nuestra conducta.

Mi carácter fue forjado por el constante imperativo de la autosuperacíon, y  el defecto que más deploro, es la pereza. Esto me obliga a exigir mucho de los demás y aún mucho más de mi mismo.

Siempre quiero llegar al objetivo. Y tiendo a ser, como dice un buen amigo mío, "brutalmente honesto", así que puede faltarme tacto en algunos momentos. Pero, si no fuera así, difícilmente hubiera alcanzado los logros profesionales que he conseguido. Y, sobre todo, si no fuera acompañado de un maravilloso grupo de amigos y profesionistas que compartimos el mismo sueño. No creo que jamás hubiéramos logrado lo que hemos logrado, convertir un pequeña oficina en lo que hoy en día es Hereditas; un despacho de consultoría altamente reconocido a nivel nacional tanto por sus estándares de calidad y servicio, como por su constante innovación y la satisfacción de sus clientes y, muy importante para mí, por la satisfacción de sus más de 70 empleados.
En este negocio la palabra es la ley. Si no cumplimos, perdemos clientes. Es así de fácil.

jueves, 3 de febrero de 2011

Sobre los titulares y los daños colaterales

Hay negocios, y personas, que disfrutan y viven de las palabras expresadas en la Biblia marketiniana: “Está bien que se hable, aunque fuera bien”.
Este, no es mi caso. Para mí, los valores principales son la discreción y el respeto por la integridad personal de cada ser humano.
A petición de mi familia, y mis amigos cercanos, decidí crear este blog. Impulsado por la necesidad de aclarar los hechos que hicieron mucho daño a mi imagen personal y profesional; hechos que peligraron la seguridad de mi familia y me sumergieron en el mar de manipulaciones, pongo palabras al silencio voluntario que mantenía todos estos años.
Éste será un testimonio personal que aportará luz sobre las interpretaciones malintencionadas sobre los eventos que sucedieron hace tres años y que siguen haciendo daño a mi persona, y a mi familia.
“Existirá la verdad aunque el mundo perezca”, decía San Agustín. Esta frase será el tintero de la pluma que relatará lo sucedido.  
Mi único deseo es aclarar los hechos; contrastando las acusaciones infundadas con las sentencias documentadas; los rumores intencionados con declaraciones juradas; y las superficialidades politizadas con la ética y la moral.  

Pero comencemos desde el principio.
O, mejor dicho, desde el principio del principio.
Desde el primer conjunto de leyes de la historia: el Código de Hammurabi. Aquí reproduzco las primeras cinco leyes creadas por el rey de Mesopotamia:
  • Si un señor acusa a (otro) señor y presenta contra él denuncia de homicidio, pero no la puede probar, su acusador será castigado con la muerte.
  • Si un señor imputa a (otro) señor prácticas de brujería, pero no las puede probar, el acusado de brujería irá al río (y) deberá arrojarse al río. Si el río (logra) arrastrarlo, su acusador le arrebatará su hacienda. (Pero) si este señor ha sido purificado por el río saliendo (de él) sano y salvo, el que le imputó de maniobras de brujería será castigado con la muerte (y) el que se arrojó al río arrebatará la hacienda de su acusador.
  • Si un señor aparece en un proceso para (presentar) un falso testimonio y no puede probar la palabra que ha dicho, si el proceso es un proceso capital tal señor será castigado con la muerte.
  • Si se presenta para testimoniar (en falso, en un proceso) de grano o plata, sufrirá en su totalidad la pena de este proceso.
  • Si un juez ha juzgado una causa, pronunciado sentencia (y) depositado el documento sellado, si, a continuación, cambia su decisión, se le probará que el juez cambió la sentencia que había dictado y pagará hasta doce veces la cuantía de lo que motivó la causa. Además, públicamente, se le hará levantar de su asiento de justicia (y) no volverá más. Nunca más podrá sentarse con los jueces en un proceso.
Como podemos observar, cuatro de las cinco primeras leyes dictadas por el soberano mesopotámico, se referían al falso testimonio e imponían la pena más severa como el castigo. Por algo será. La civilización, incluso en aquellos tiempos, detectaba e intentaba poner freno a este gran fallo del carácter humano.
Afortunadamente, la civilización ha avanzado desde los tiempos del rey Hammurabi y la pena de muerte (con cada vez menos excepciones) ya no se aplica, pero ha aparecido otro juicio aún más poderoso que el de la Justicia.
Es el juicio de los titulares, y de los que los crean, con fines partidistas y sectarios, sin contemplar los daños colaterales que causan. Sin contemplar el primer deber del Código de la Ética Periodística, que proclama: “Los periodistas están al servicio de la verdad, los principios democráticos y los Derechos Humanos. En su quehacer profesional, el periodista se regirá por la veracidad como principio, entendida como una información responsable de los hechos. El ejercicio del periodismo no propiciará ni dará cabida a discriminaciones ideológicas, religiosas, de clase, raza, género, discapacidad en todas sus formas, ni de ningún otro tipo, que lleven a la ofensa o menoscabo de personas naturales o jurídicas.”.